Crudeza y contemplación en “Sedimento”, el más reciente video de Carlos Compson

En una época donde la ansiedad de figurar ha contaminado cada rincón del arte, Carlos Compson se mueve en dirección contraria. En el videoclip de “Sedimento”, la imagen se abre al silencio, al espacio, a lo mínimo. Una figura caminando en medio de un salar basta para contar lo que muchos no logran. Frente al escándalo visual al que nos han acostumbrado las plataformas, su gesto roza lo radical.

Compson no está en competencia con nadie. Su lenguaje es otro. Ni se esconde ni se exhibe: se ubica fuera del marco que dicta lo viral, sin necesidad de explicarse. En ese terreno blanco, amplio, sin señales, la figura del artista se recorta como una decisión consciente de austeridad. No se trata de producir menos por modestia o nostalgia, sino de filtrar hasta dejar lo imprescindible. Su interpretación en pantalla —lenta, contenida, lúcida— no disimula nada: acentúa el vacío, y por eso pesa.

Hay una forma de resistencia en esta elección. Mientras tantos insisten en golpear la vista para evitar ser ignorados, Compson decide lo opuesto. En vez de llenar el espacio, lo deja hablar. En lugar de acumular signos, los reduce. En vez de entregarse al ritmo veloz del consumo, se planta como una pausa. Y desde ahí consigue lo más difícil: captar atención sin pedirla. A estas alturas, eso ya no es una postura estética. Es casi una postura ética.

El sonido, por su parte, acompaña esa línea con idéntico rigor. Nada sobra, todo se respira. Las capas están dispuestas sin ansiedad de impacto inmediato. Hay una confianza en que lo sutil también deja marca, si se escucha con calma. “Sedimento” no busca reventar los auriculares: se insinúa, y si uno lo permite, se queda. No hay trampa en ello. Solo claridad en lo que se quiere conservar.