"El Tiempo", el videoclip de Kachete como ensayo sobre el tiempo que se nos fue

En El Tiempo, Kachete no canta sobre el pasado: lo habita. Y lo filma. El videoclip dirigido por Francisco Luna no retrata una historia, sino una sensación: esa en la que uno se da cuenta —a veces tarde— de que ya no se encuentra en la misma habitación donde una vez amó, ni frente al mismo espejo, ni con la misma voz. El resultado no es un video de acompañamiento; es una excavación emocional. Una cámara que camina entre ruinas vivas mientras alguien murmura: “no lo vi venir”.

En apariencia, la puesta en escena es simple: un hombre solo recorriendo una casona antigua. Pero bajo esa superficie, el videoclip trabaja con un simbolismo paciente. Las tomas largas, la luz polvorienta, los silencios entre versos: todo está ahí para que miremos sin apuro. Y lo que aparece es más inquietante que cualquier revelación explícita. Kachete no está actuando. Está recordando. O peor: está intentando recordar sin tener certeza de qué se le perdió exactamente.

Este no es un ejercicio de nostalgia. Hay una incomodidad latente, una especie de duelo no resuelto. La canción propone una despedida sin ceremonia, una aceptación del desgaste. Pero el video la transforma en otra cosa: en documento. Es como si alguien hubiera dejado la cámara encendida en medio de un repliegue emocional. Como si el tiempo, esa cosa intangible que todos sentimos pero nadie graba, finalmente hubiera encontrado una forma de aparecer en pantalla. Con luz tenue. Con muebles que crujen. Con un cuerpo que camina lento.

Lo que Kachete entrega aquí no es solo una nueva canción filmada: es una memoria fragmentada proyectada en tiempo real. Y lo más perturbador —lo más hermoso también— es que uno no sabe si el relato ha terminado o si recién comienza cuando se apaga la pantalla.

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